«Porque el que quiere amar la vida, y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño.» 1 Pedro 3:10 

Se requiere fe dada por Dios para abrazar la verdad de este versículo. ¿Usted cree que una de las claves para «amar la vida» es el control de la lengua de una manera que sus palabras o silencio traerá gloria a Él? Es cierto, por lo que debemos aceptarlo.

¿Qué es el mal uso de la lengua? El chisme, la calumnia, la mentira, el habla sucia, la crítica constante de los demás, las cosas verdaderas que se hablan en un tono áspero o insultante, y se quejan son sólo unos pocos. En lugar de poner excusas débiles, necesitamos ver estas cosas como Dios las ve … pecados!

En términos prácticos, ¿cómo podemos trabajar por una mayor victoria en esta área?

* En primer lugar, tenemos que ser conscientes de que lo que decimos cada día es importante. No debemos ser sin sentido, cristianos irreflexivos acerca de lo que decimos.

* En segundo lugar, esto nos llevará a la oración consciente de que el Señor purifique nuestro discurso. Hablando simplemente, debemos tener Su gracia de tener la victoria en esta área.

* En tercer lugar, desarrolle el dominio propio. Si le digo a mí mismo que no puedo evitar lo que diga, me estoy engañando a mí mismo. Desarrolle y ore por el hábito de abstenerse de hablar pecaminosamente y controlar el tono de la voz.

* Cuarto, llene su corazón con Cristo y su Palabra. No es simplemente la dureza mental que va a ganar. Lo que vive en nuestros corazones finalmente verá la luz en nuestro discurso. Por lo tanto, una estrecha comunión diario con Cristo a través de su Palabra y la oración es esencial.

* Por último, viva cerca de la Cruz. Me imagino que todos los días todos los lectores de este (incluyendo el autor!) pecan múltiples veces con nuestras lenguas. Esto nos debe motivar a mirar por la fe en el arrepentimiento y la confesión que el único que puede perdonar y limpiar el pecado: Jesucristo. Por su gracia, podemos levantarnos de nuestras caídas y seguir trabajando para utilizar nuestras lenguas para Él, y la experiencia de la buena vida.

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