“Deseables son mas que el oro, y mas que mucho oro fino: y dulces mas que miel y  que la que destila del panal.” Salmos 19:10

El contexto de este versículo revela que David enfatizaba el valor y la dulzura de la palabra de Dios. Las Escrituras son mucho más valiosas que la riqueza y las posesiones. Es fácil de creer intelectualmente, pero es más difícil vivir realmente. ¡Pero es verdad! La palabra de Dios también es dulce para el alma de aquellos que han sido llevados a amar al Señor Jesucristo. La palabra de Dios proporciona un alimento y una satisfacción que es muy superior a una rica comida de 5 platos. En los versículos 7-9, David da descripciones y efectos bendecidos de las Escrituras.

Descripciones de las Escrituras:
Perfectas (sin imperfecciones; completo / suficiente)
Seguras
Derechas (recta, vertical)
Puras
Limpias
Perduran para siempre
Verdaderas y justas

Efectos de las Escrituras:
Convierten el alma (alejan a uno del pecado y acercan a Dios; restauran)
Hacen sabio
Alegran el corazón
Iluminan los ojos

Las Escrituras nos dicen el evangelio de la salvación de Dios a través de Cristo, el carácter glorioso de Dios, la atrocidad del pecado humano, la sabiduría de Dios para vivir, las promesas de Dios para fortaleza y consuelo, y la esperanza de gloria por venir. Sí, estas realidades son más preciosas que el oro y más dulces que la miel. Pero escuche el versículo 11: «Además, por medio de ellos es advertido tu siervo; y al guardarlos hay una gran recompensa». ¡Debemos prestar atención a las Escrituras! No solo escucharlo o leerlo, sino creerlo y practicarlo. Se promete una gran bendición a quienes lo hacen.

Aplicación práctica para todos nosotros:

  1. Ora para que Dios te haga anhelar y valorar su palabra.
  2. Aplícate diligentemente a ello. Para algunos de ustedes, esta cuarentena les brinda más tiempo libre. No pierdas esa oportunidad. Lea, estudie, escuche sermones, medite en la mina de oro de las Escrituras.
  3. Pídale a Dios que lo ayude a entenderlo aún más. No te rindas cuando es difícil.
  4. ¡Créelo y vívelo!