“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Antes en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.” Salmos 1:1,2
Todos los hombres han sido bendecidos con las cosas de la vida natural del mano de Dios—la vida, el aliento, cada respiración, etc. Pero las mayores bendiciones de Dios son aquellos que también llega hasta el alma. Aquí, en el primer Salmo, vemos a la persona más profundamente bendecido.
El hombre bendecido apartado del mal. Él identifica lo que es malo por la Palabra de Dios. La realidad es que hay algo dentro de nosotros que se siente atraído e inclinado hacia el pecado. Pero, el hombre bendecido resiste su naturaleza pecaminosa. Él dice: “¡No!” con frecuencia a lo que su propio corazón, a sus conocidos a su alrededor, y la cultura en general tratan de enredar con. Él sabe que el pecado lleva a la esclavitud.
El hombre bendecido dice “¡Sí!” a lo que trae verdadera satisfacción a su alma. Su deleite está en la ley del Señor. El hombre bendecido no sólo tiene una naturaleza pecaminosa, sino que se ha dado una naturaleza santa por la gracia de Dios, que hace que él tenga un apetito de saber y adorar a Dios y andar en sus caminos. El hombre bendito quiere agradar al Señor. Él encuentra alegría en vivir en la verdadera libertad que la palabra de Dios trae.
Medita hoy en la Palabra de Dios. Busque la alegría y el placer de honrar a Dios. Ora por la gracia de decir “Sí” y “No” de manera apropiada.
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