Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Antes en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.” Salmos 1:1,2

La semana pasada mencionamos que el hombre bendecido tiene que decir “Sí” y “No” apropiadamente. Hay que resistir a sus inclinaciones pecaminosas y crecer en su gozo y deleite de las cosas de Dios. Podríamos pensar que es una expresión extraña para deleitarse en la ley del Señor. ¿La “ley” suena algo feliz?

La ley de Dios hace muchas cosas. En primer lugar, revela el carácter santo de Dios. La ley de Dios muestra que Él no es como uno de nosotros. Su justicia está por encima de nosotros, es perfecto. En su ley, vemos que Dios, a diferencia de los seres humanos, es el Juez perfecto. Pero todo esto puede deprimirnos, viendo que somos imperfectos, profanos y impíos. Sin embargo, ¡la ley de Dios no acaba allí! Revela que el Dios contra quien pecamos, ha proporcionado un remedio suficiente: un sacrificio puro, inmaculado que quita la culpa del pecado, y hace que pecadores sean justos delante de ÉlLa ley nos señala a Jesúcristo. Él es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (John 1:29). El Dios que es el Juez santo también está lleno de gracia, misericordia y compasión. 

A continuación, la ley revela la voluntad de Dios de cómo somos llamados a vivir para traer gloria a su nombre. Su voluntad no nos confine a una vida aburrida de mantenimiento de la regla, pero nos enseña a cómo vivir en la verdadera libertad. Puede ser exigente a veces, pero siempre es de un Padre amoroso para el bien de sus hijos.

Deleitese y medite en la ley de Dios. Usted verá la gloria del carácter de Dios. Verá su obra de redimir a los pecadores. Usted aprenderá lo que significa honrar y glorificarlo con su vida. ¡Esto es lo que significa ser bendecido!

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